Ciclo Narrativo
1
Solo te pueden conocer tanto como te conoces







No tuve nada nuevo que decir en un año entero.
Sentí que llevaba dos inviernos dentro y, sin embargo, solo había pasado uno.
El vacío es la nada y el origen del quizás, del tal vez, de lo posible.
El vacío es esperanza.
Una tierra que trabajar desde cero, para honrar lo desaparecido y empezar de nuevo.
O de nuevo a medias. Solo evolucionado, que ya es.
¿Cuántas reconstrucciones necesita una gran destrucción?
El haber perdido el sentido del yo.
Un sentido bastante huérfano a día de hoy.
El deseo de un lugar llamado casa dentro de mí,
cuando este lugar se desplazó del centro
y se convirtió en una inquietante casa lejos de casa.
Así de lejos viajé.
Hazte la pregunta que más miedo te de.
Créala. Pregúntala.
Límpiate desde dentro.
Mírala a través.
No la luches.
Obtén tu respuesta.
Y quédate. Quédate un rato más.
Aún ahí.
Y entonces vete.
Aléjate.
Esa es tu valentía.
Adelante otra vez.
Tu paisaje de dentro, con sus valles y sus noches frías,
todos pertenecemos a él.
Esto es la naturaleza humana.
La gran incomodidad, cuando nos sacan del primer confort
hacia un espacio con luz, a comprender.
Lloré.
Esperé.
Necesité mucho tiempo para entenderme esta vez.
Ese fue el primer recordatorio de que esto es la vida
y que para vivir la vida, lo que se necesita es la vida también.
La primera cicatriz en el mismo lugar.
No se mueve.
Es la señal del coraje y la gracia.
No hay nada tan mundano y tan común como nuestro ombligo que nos enseñó,
desde cero,
que para vivir la vida, lo que se necesita es la vida también.
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¿Hay culpa en lo que soñamos?
